Todo es un perder y ganar
Sinceramente no sé cómo empezar esta entrada.
Os quiero contar una experiencia nueva de la que nunca nadie
habla, o por lo menos nunca nadie me habló a mí. Es una experiencia de las que
dejan mal sabor de boca pero con la que puedes aprender, y a la que poco a poco
te irás acostumbrando y cambiando a mejor.
Creo que todos y todas, en algún momento de la vida, tenemos
ese grupo de amigos con el que salimos siempre, un grupo de amigos un tanto
cerrado, simplemente para las personas que están dentro de ese grupito.
Esa sensación de pertenecer a un grupo es de lo mejor, ya
que se está cubriendo una de las necesidades básicas de los seres humanos.
Sientes que los tienes al lado, que te avisan para salir, y otras tantas cosas
de esas. Son esos grupos tan delimitados que todo el mundo sabe quién está
dentro y fuera del mismo, incluso la gente ajena al mismo.
*Hasta ahí todo bien.*
Pero, ¿qué ocurre cuando hay distancia física?
Te das cuenta de que esa gente ya no está tan cerca, te das
cuenta de que por ciertas circunstancias ya no quedáis tanto; que aparecen
nuevas personas; que la relación se enfría; que si antes no sentías una gran
confianza, ahora hay aún menos.
Poco a poco esto se desvanece. De veros todos los días a
veros solo los findes, y después solo algunos findes, hasta que al final los
terminas viendo más de una vez al mes, y todavía más.
*La relación ya está muy fría, solo quedan recuerdos.*
Los demás pueden seguir unidos, pero ya, cuando los ves tan
a la larga, te das cuenta que no hay tantas cosas en común, que llega un
momento que ya no pintas nada, que ya no estás tan cómoda como antes.
Por no hablar de ciertos comentarios, algunos en forma de
reproche, otros que no entiendes, y otros un tanto críticos.
Esto hace que te alejes aún más, y piensas:
“Ya para qué; si
no me siento bien para qué seguir.”
La verdad, lo principal es que te sientas a gusto, si ves
que no te puedes expresar como tú eres o como te sientes, mejor te quedas con
aquello que te hace sentir bien.
*Ese vínculo que te unía a ese grupo, a esas personas, está
prácticamente roto.*
Pero te paras y sigues pensando:
“En este tiempo no he estado
sola, estaban otras personas a mi lado, y sí que me he sentido bien con ellas.”
Puede que ya no sea igual que antes, y es normal, las cosas
cambian, pero no solo se van las cosas buenas y las pierdes, sino que llegan otras
cosas buenas las cuales sí ganas.
A veces hay que ver las cosas desde distintas perspectivas,
y sobre todo ver la parte positiva de las cosas.
Es mejor ver lo que ganas y no solo centrarte en aquello
que pierdes.
A pesar de todo nunca olvides que procedes de todo lo que
has recorrido, y que todos y cada uno te han aportado algo bueno (a su manera).
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